miércoles, noviembre 03, 2010

La próxima crisis económica será aún peor

Nouriel Roubini, el gurú que predijo el colapso mundial

Los economistas, y probablemente los periodistas económicos han hecho algo parecido al ridículo en esta crisis. Casi nadie la vio venir. Casi nadie supo explicar lo sucedido. Aun hoy casi nadie sabe qué ocurrirá. Nouriel Roubini es uno de los pocos que fueron capaces de anticipar esta crisis (y otras muchas que nunca llegaron a materializarse).

Polémico, poco querido en Wall Street, visionario y tremendamente pesimista —apodado Doctor Catástrofe con toda justicia—, durante años sus colegas lo tildaron de loco, agorero recalcitrante, profeta con ínfulas. Pero acertó. Pronosticó la secuencia exacta de las mutaciones de la crisis. “No soy un pesimista: me considero un realista. Aún no hemos salido de ésta y ya viene otra crisis: la cuestión es sólo cuándo”.

Roubini (Estambul, 52 años) es algo parecido a una estrella de la farándula. Firma docenas de autógrafos, estuvo en la última edición del Festival de Cannes por su participación en dos películas, colecciona arte y da multitudinarias fiestas que le han granjeado una merecida fama de crápula. Y trabaja a destajo: puede que nunca gane el Nobel, pero ha superado ya a Krugman en el star system de la academia por sus menciones en la prensa internacional. Acaba de publicar el libro Cómo salimos de ésta. Asegura que “vienen años de bajo crecimiento económico, años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y privado en el mundo rico”.

Y así define las crisis: “Son animales de costumbres. Se parecen a los huracanes: actúan de manera relativamente previsible, pero pueden cambiar de dirección, amainar e incluso resurgir sin avisar. Esta fue primero una crisis financiera muy modesta, después mutó en crisis económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis de divisas. Y esto no ha terminado”, advierte.

¿Cómo se detiene un huracán? Roubini da una receta general: más regulación. “La banca es la semilla del problema, el ojo del huracán, y todo lo que se haga por darle una vuelta de tuerca a la regulación llegará ya demasiado tarde y será demasiado poco; y aun así hay que reconstruir los diques financieros para hacer frente a futuras crisis. Al paso que vamos la siguiente crisis financiera será aún peor que ésta”.

Roubini es un tipo singular, tal vez como su peripecia personal. Hijo de judíos iraníes, pasa sus primeros años en Irán y vive después en Israel. Cursa sus estudios universitarios en Italia y se doctora en Harvard. Ha enseñado en Yale y sigue haciéndolo en la Universidad de Nueva York. Habla inglés, italiano, hebreo y farsi.

Ha sido asesor del FMI, de la Reserva Federal y del Tesoro estadounidense con Bill Clinton como presidente. Ahora preside su propia consultora, con 80 empleados y 1.000 clientes. Pasa dos terceras partes de su tiempo en la carretera —se define como “nómada global”— y, en términos económicos, no es ni keynesiano ni un neoliberal de la Escuela de Chicago: “Soy pragmático, ecléctico, centrista”.

El Doctor Catástrofe —un supervillano de cómic creado en los años sesenta— se transformó en Roubini en 2004, cuando el economista empezó a hablar de un aterrizaje brusco de la economía norteamericana. En esa época pronosticó también una debacle del dólar —causada por los desequilibrios globales— que no se ha producido.

“Creo que se trata de un economista serio con un buen olfato”, asegura el profesor Guillermo Calvo desde Nueva York. Pero esa opinión es casi una excepción. La mayoría de los expertos consultados para este reportaje critica su trabajo. “Exagera a menudo, al menos en público”, asegura Daniel Gros, del CEPS. “Puede acertar en algunos diagnósticos, pero falla con facilidad y sus recetas son una locura”, añade José Carlos Díez, de Intermoney. Y sin embargo, se le escucha.

Hay quien dice que Roubini es como un reloj parado: con todo lo que dispara, acierta dos veces al día. Antonio Torrero, catedrático de la Universidad de Alcalá, asegura que al menos “tiene la valentía de ir a contracorriente” y apunta con tino que “además, da la impresión de venderse estupendamente”.

El País de España.